Microbiota: qué son los prebióticos, los probióticos y los postbióticos
Fundamentales para nuestra salud intestinal y nuestro sistema inmunitario, estos conceptos están íntimamente relacionados. Dónde podemos encontrarlos.
Se estima que la microbiota de una persona contiene entre 300 y 500 millones de especies de bacterias. Allí conviven probióticos, prebióticos y postbióticos: palabras que escuchamos a diario pero que no siempre sabemos qué significan.
Primero, podemos definir la microbiota intestinal: formada por un conjunto de microorganismos, se va desarrollando a medida que crecemos. Los colonizadores microbianos del intestino participan en múltiples procesos fisiológicos, como el desarrollo somático, la nutrición y la inmunidad. Algunas enfermedades crónicas no transmisibles se asocian a la pérdida de riqueza de especies en la microbiota intestinal, por lo que la diversidad resulta clave.
Luego podemos hacer zoom en los probióticos, que son microbios –incluídas bacterias y hongos– que ayudan a metabolizar los alimentos y a producir vitaminas, ácidos grasos y otros nutrientes. Colonizadores de nuestro tracto digestivo desde que nacemos, los probióticos también regulan nuestro sistema inmunitario, reducen el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y otras enfermedades crónicas. Dos de los probióticos más comunes son los bifidobacterium y los lactobacilos, presentes en muchos alimentos fermentados, como la kombucha, el kimchi y el chucrut.
“Si los probióticos son los chicos buenos, entonces los prebióticos son el alimento de los chicos buenos”, dice Erica Sonnenburg, científica e investigadora en microbiología e inmunología de la Universidad de Stanford. Así, los prebióticos son alimentos (generalmente con alto contenido de fibra) que actúan como nutrientes para la microbiota humana. Los prebióticos pueden mejorar el equilibrio de esos microorganismos.
Cada vez que comemos frutas, verduras y cereales integrales, gran parte de la fibra que contienen atraviesa casi intacta el estómago y el intestino delgado, porque los humanos carecemos de las enzimas necesarias para descomponerla. Pero los microbios presentes en el intestino grueso pueden metabolizar la fibra y descomponerla en otros compuestos. Asimismo, los productos que contienen prebióticos y probióticos son denominados simbióticos.
Luego aparecen los postbióticos, es decir, lo que queda después de que la flora intestinal descompone los alimentos ricos en fibra. Esos nuevos compuestos incluyen una amplia gama de nuevos compuestos, como vitaminas, enzimas y aminoácidos. Esos ácidos grasos de cadena corta –como el ácido láctico presente en el yogur y el ácido acético de la kombucha– son excepcionalmente buenos para la salud.
En el intestino del adulto sano, el 90% de las bacterias pertenecen a dos filos: Bacteroidetes y Firmicutes. Las Proteobacterias, Actinobacterias, Fusobacterias y Verrucomicrobia completan el 10% restante junto con pocas especies de arqueas (organismos unicelulares).
Fuente: Elsevier
“Algunos autores reportan un potencial probiótico de la kombucha, debido a sus altos niveles de bacterias ácido lácticas y bifidobacterias. Sin embargo, el uso del término probiótico para kombucha tiene una gran problema debido al alto nivel de microorganismos no vivos como consecuencia de largos procesos de fermentación y pasteurización de productos comerciales. Por lo tanto, es más adecuado referirse a la kombucha como un
postbiótico, que es definido por la Asociación Científica Internacional de Probióticos y Prebióticos como “microorganismos no vivos y/o sus componentes que proporcionan beneficios para la salud del huésped”, proponen en un reciente estudio titulado Microbiology and antimicrobial effects of kombucha, a short overview.
Y suman: “Todavía existe un debate sobre el ‘estado probiótico’ de la kombucha, pero la definición de postbiótico podría ser más adecuada. Debido a la compleja biota del SCOBY y las interacciones que ocurren allí, la kombucha podría ser un valioso sistema modelo para comprender la importancia de la biodiversidad en el diseño de nuevos procesos y productos, mejorando así las vías de fermentación y procedimientos”.
Más allá de los debates científicos, lo cierto es que una alimentación sana y equilibrada –combinada con ejercicio físico y actividades que nos alejen del estrés– resulta la mejor manera de poseer una microbiota saludable y protectora.
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